Un poco de historia…

Tradicionalmente, los peregrinos que habían recorrido cientos o miles de kilómetros, seguían unos kilómetros más hacia el oeste para alcanzar el fin del mundo, el llamado por los romanos finis terrae. Se consideraba que más allá no había nada, como rezaba el antiguo lema hispánico: non plus ultra.

Algunos estudiosos opinan que el Camino de Santiago es también una cristianización de las antiguas peregrinaciones de origen prerromano al Ara Solis, situado en Fisterra, donde los antiguos pobladores de la península adoraban al sol y al milagro de su muerte y resurrección diaria. Cristo, considerado por la teología cristiana medieval como la luz del mundo («Ego sum lux mundi»), es la evolución natural hacia el cristianismo de estas creencias paganas.

En la actualidad, la peregrinación a Santiago sigue prolongándose a Fisterra, donde los caminantes realizan una purificación espiritual, quemando allí su ropa y mojando sus pies en el agua del océano.

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